Llovìa a cantaros aquella noche, y al igual que otras noches,
Maribel, vestìa una bata de pronunciado escote,
con el cabello totalmente mojado, en caìda libre sobre su espalda,
habìa tomado un baño con ricas esencias, descalza y con una taza de tè
en sus manos, solo veìa caer la torrencial lluvìa por la ventana,
en la gran avenida apenas iluminada, entre la penumbra y la neblina,
todo era confuso para ella.
- Ya los niños duermen, y èl aun no llega, harà lo mismo que ayer,
un dìa tras otro, me abandona en esta profunda soledad, no se que nos paso,
ni cuando nuestro amor se opaco, solo se que ya no he de continuar,
viviendo de apariencias, que a nadie interesan, y solo a mi me hace daño.
Se escucha el motor del auto, y seguidamente se abren las puertas
del garage, Carlos lleva el blazer, en el hombro, el maletìn en la mano,
y con la otra mano, saca las llaves del bolsillo y luego de varios intentos,
al fin abre la puerta, en silencio entra a la casa, coloca en la comoda,
el maletìn, el blazer y las llaves, se dirige entre las sombras, al mini-bar,
y se sirve un Campàri, se recuesta en el sofà, y piensa en su amante
y los momentos ardientes llenos de loca pasión, que acaba de vivir.
- Carlos, no te sentì llegar, quisiera hablarte
- Maribel, es algo tarde, voy a dormir ahora, mañana ya hablaremos.
Sin decir palabra, Maribel va a la habitación, abre las puertas del closet
toma un abrigo, y sale de casa a caminar, entre una ligera llovizna,
despuès de aquel torrente aguacero, le hace bien sentir la brisa
en su rostro, y el olor a tierra mojada...
y la vida continua...