Lento te consumes en medio de la penumbra.
Tu cuerpo hecho está de cera, material producto del laboro arduo y paciente de las abejas.
Te mueves con el pasar de la brisa, temes ser apagada, pero resistes callada.
Luz tenue en la oscuridad, calidez suprema, intimidad profunda, sosiego, paz.
Acompañas mis plegarias. Eres mi ofrenda preferida.
En las noches de soledad, de quietud, me gusta contemplarte, admirarte y dejar que entres en lo profundo de mi ser. Que ilumines las tinieblas que pueden reposar dentro. Escruto tu llama, la estudio, la interpreto.
Con mis amigos eres fiel compañera. Me gusta que alumbres nuestros encuentros, cenas, tertulias. Que puedas resaltar el rubí profundo que refleja una copa de cristal, conteniente el tinto elixir embriagador.
Desprendes tu perfume, inundando el ambiente, dando un toque mágico al mismo.
Lo que más admiro de ti es ese irte consumiendo poco a poco. Entregando todo cuanto tienes; cuanto eres, con el solo fin de alumbrar. Después en la quietud, en el silencio te apagas humilde, con la satisfacción del deber cumplido.
Quisiera ser como tú, en el silencio del existir, iluminar.
No alardear sino ser y en ese ser, ofrecer todo cuanto hay en mí.
Poco a poco apagarme, con la gran satisfacción de haber pasado por la vida dando cuanto he recibido, cumpliendo así mi cometido de extender mi mano, siendo plenamente un ser humano.
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