Apareciste de repente, con un clavel en la mano,
me miraste con ternura, recordándome el pasado,
me tomaste entre tus brazos, como caballero gallardo,
y comenzamos a bailar, al compás de este tango.
La música nos envolvía, en dulce melodía,
fuimos marcando juntos, el ritmo de la vida,
remembranzas de una época, que creimos olvidada,
y de pronto el destino, de regalo nos entregaba.
Tu mejilla y mi mejilla, tu brazo en mi cintura,
muchos años pasaron, de aquel intenso amor,
en tu pecho sentía, el galopar del corazón,
mientras lentamente se oía, música de bandeneón.
El clavel quedó prendido, a los pliegues de mi falda,
suavemente lo sacaste, cuando nos fuimos a sentar,
una lágrima asomaba, en mis ojos asombrados,
pedíamos una copa, sin dejarnos de mirar.
María Hodunok.