La manera más triste, desesperante e intolerante de extrañarte, es cuando despierto de un sueño nuestro. Ese presente irrealmente real donde el calor de tus abrazos es el sitio más maravilloso donde descanso.
Donde escucho las palabras que necesito oírte decir, donde reímos fuerte, como pocas veces solíamos hacerlo.
Y entonces no queda otro remedio que desempolvar fotos viejas, absurdamente guardadas. Querer hundirse en ellas, en su perfume, en sus plasmados instantes eternos y olvidados. Volver allí, donde alguna vez fuimos vos y yo, solo nosotros. Acariciar cada gesto desde un hoy lejano que ya no nos encuentra, ni en caricias, ni en calles, ni en fotos.