Me besa,
lo hace fuerte,
después muerde
y se lleva un pedazo de mi vida.
Es linda,
quizá le faltan ojos,
son pequeños
pero me dicen tanto,
aún más que toda esta jodida ciudad.
-\"Has tardado tanto\"
lo dice, sonríe
y le llueven luces por las pupilas.
Imagino,
que habla de su vida
y es que siempre me distraigo en el camino
y pierdo toda la poesía,
en algún jardín
o en algún pasillo
huérfano de nuestros cuerpos
buscando alguna metáfora,
quizá la más bella
para adornar su cuerpo.
Siempre la puntualidad
se traga mis pasos
y hace algún tiempo
tropecé con unos cabellos
color atardecer
y perdí dirección,
a su existencia,
a su amor.
Olvidé su aroma
y cegado
intenté perseguir un sueño
uno con ojos realmente enormes
y boca color carmín.
Lo soñé,
aún con la certidumbre de ser imposible.
La soledad,
fue resultado de aquella aventura.
Se ha hecho costumbre estar solo
y que todo lo que más quiero,
aunque sea con mis entrañas,
tenga que irse.
Y nada vuelve,
excepto ella
que siempre se mece en la luna
y duerme abrigada con mis palabras.
Ella,
que me besa y reclama mi tardanza
junto con aquellas caricias
que pensando en otras
jamás le dí.
-\"Pudimos ser tan felices\"-
entrecorta su voz
y golpea fuerte,
ahí,
donde todos tienen un corazón
menos yo.
La beso,
mientras el viento
se encarga de sus cabellos.
Los desordena
y le planta estrellas en cada hebra,
en cada mechón
que resbale
atrevidamente por sus mejillas.
La quiero,
aunque su perfume
sea a mujer de otro,
aunque lama mis cicatrices
y abra cada una de ellas.
La quiero,
aunque después de todo se marche.
Porque siempre es así,
porque alguien que supo llegar a tiempo
la espera en algún hogar de blancas persianas
para cumplir con todas las promesas
que solo bajo las sábanas se hacen realidad.
Por que aunque de lo perdido
nada a mi vida vuelve,
ella si.
-\"Tonto, tardaste tanto\"-
y su voz
como un eco eterno
hace nido en mis oídos.
Y la poesía deja de importar,
mientras nuestra desnudez
nos hace presos del amor.
Alguien la espera
en algún lugar que no conozco
y así esta bien.
Lo sé,
por que tuerce sus labios
y pide que cierre mis ojos
y yo,
se que al abrirlos
no estará más.
Es mágica,
por eso duele tanto tenerla cerca
y tener que parpadear.
Y se marcha,
haciendo música con sus tacones
en cada uno de los escalones
que huyen de mi fracaso.
Se marcha,
pero se queda su aroma
y una tristeza inmensa
que amenaza con ocupar
el vacío de mi cama.
Y yo,
tumbado de espaldas sobre el sofá,
he clavado mis ojos a un techo que prometía un rocío
y he mordido mi lengua
asesinando a toda una multitud de versos
que habían secuestrado mi garganta
y he comenzado a escribir un poema,
uno para ella
aunque esta noche,
la humedad y la composición
mojen mis recuerdos
y mi olvido.
©NicolásRangel/Reservados todos los derechos. Nov.2015.