Entrar en un cuento fantástico donde las palabras cobran vida y se transforman en alas, risas, colores, magia.
Volverse a la inocencia, a la esencia más pura del ser, donde uno se maravillaba descubriendo la vida.
Del otro lado cuerpos, entrenados, disfrazados, dedicados, dispuestos a poner la voz y a dejar el alma en cada relato.
Un aquí y ahora que se produce entre quienes cuentan historias y quienes se dejan escucharlas, con sus oídos, con sus ojos, con sus sentidos.
Un encuentro cargado de historia, -social, política, cultural-, que lo va transformando momento a momento, un encuentro impregnado de ideologías, de cosas que decir, que vale la pena (o la alegría) escuchar.