Fera
De ella, para ella
Florece la noche en su pecho, ella dormita sobre un verso
Su eterna compañera la secunda, la apresa, la observa, la degusta
Son dos y una, una en dos
Vestigios de proesas lejanas sobrevuelan la mirada
El recurrente deseo la asecha sigiloso
Inerte el sendero que la pisada acaricia
Percepción profunda, indefinible, insana
El resonar del tiempo remueve susceptibilidades
temibles recuerdos rebasan los rincones de aquella habitación
el salobre liquido recorre las grietas.
Revelación inapelable de imagenes borrosas
La inefable oquedad del ser esquivo se advierte en el aire
pianista vehemente, de manos desprovisto
La predisposición latente al ocaso de la dicha es el karma de tu existencia.