En el corral de mi tío Pumarejo
corría el caballo Pinto,
el calor le disgustaba
pues, era caballo fino.
De establos cerrados
y de tierras templadas venía,
en este corral relinchaba
la libertad, le confundía.
Cada día aprendía
despertar de madrugada
con el cacareo del gallinero,
y el canto jubiloso del zanate y el clarinero.
Compartía el agua con los becerros
y la sombra del upay con los jornaleros.
Pronto, al río lo llevaron
y galopar entre los frutales
era su paseo favorito,
allá lo montaba mi hermano Toñito.
Pasaron los años y su vida se volvió cansada,
envejecido un día, ya no permitió cabalgatas
callado permanecía con su mirada puesta en el horizonte
dijo adiós, dejando solos la silla y el aparejo
así fue la vida del caballo Pinto
en el corral de mi tío Pumarejo.