La perfección está en la integración de la imperfección, no en la supresión de la misma. Intentar suprimir la imperfección en nosotros es una acto inútil y dañino, que conduce a un desequilibrio psicológico-espiritual, trayendo como consecuencia la extirpación de lo espontáneo, lo “desuyo”, lo original que existe en cada ser humano.
No alabo la imperfección, sino que la reconozco como parte integrante de mi ser persona. En la medida que la ignoro o quiero suprimirla, la refuerzo convirtiéndola en fuente de mi esclavitud. Aquello que ignoro de mí, que no quiero aceptar, es aquello que me esclaviza.
Gran tarea es conocerse en profundidad. El ser humano maduro es el que está consciente de que en algunos aspectos de su vida es un niño.
Fui hijo de una educación rigurosa, en la cual siempre se tendía a la perfección y eliminación de lo imperfecto. El resultado: la imperfección crecía y me atormentaba aún más. Quería ser perfecto a toda costa.
Encontré un maestro que me enseñó a integrar, a asumir. Resultado: pude controlar más esas imperfecciones. Siendo más humano y sereno. Dulce paradoja. Palabra clave: \"equilibrio\"
La Rosa es bella con sus espinas. Suprimir sus espinas es suprimir una parte de esa su belleza.
El bosque es bello en su caos, eliminar su caos es eliminar la belleza esencial del bosque, siendo esto algo imposible.