Una tortuga caminaba sobre la tierra caliente
era su andar pausado y paciente,
miraba siempre al frente, buscando un destino
las manos de un humano la levantaron del camino
y fue su casa un jardín desde el alba hasta el ocaso.
Se acostumbró a oír voces, risas y apresurados pasos,
el palpitar de varios corazones, una rítmica canción
y el cariñoso toc toc sobre su duro caparazón.
Silenciosa compañía de una alegre quinceañera,
que crecía llena de energía y cuando propio hogar formó
hacia ese nuevo jardín de esperanza se trasladó.
Con el tiempo se afianzaron más los lazos
con su amiga, que ya sostenía niños en sus brazos,
formó parte de sus juegos osados, simulando ser camión
en la bañera los clavados y por el aire un mágico avión.
Tortu era una sabia mascota que también fue a la escuela,
enseñó sobre la vida de reptiles entre hojarasca y piedras
el proyecto ecológico de la niña, tenía una longeva habitante,
entre curiosas miradas les mostró cada una de sus partes.
Aunque siempre le han cuidado con esmero,
Tortu no tuvo descendientes, le faltó un compañero.
Treinta años han pasado desde aquel afortunado encuentro
la han cambiado de jardines, pero su forma de solicitar el alimento
rascando la puerta del patio o de la cocina
ha sido siempre la misma rutina.
Hoy le acompañan una veintena de compañeras reptiles
ha ayudado a enterrar los huevos y a guiar pasos juveniles,
es su jardín un refugio…un feliz tortugario.