En la cueva de ese monte aromado
me cogió la mano,ciñó mi frente:
de relumbre de hiedra fui coronado.
Y prado y luna y cueva y monte y fuente
desparramaron tanto olor amado,
que derretirse sentí el beso ardiente,
que se acercó otro tiempo floreado
a mi piel, a mis labios -¡cuán caliente!-.
De entre las venas sale un ay gozoso:
entre sus brazos me sentí contento:
sobre jergón de paja era dichoso
tener en mis manos, calenturiento,
los cervatillos, siéndoles mimoso,
derramadas las mieles del portento
(salvador)