Era una misericordiosa tarde
esas tardes que huelen a piedad
y donde la vida triste no duele...
alguien llamó detrás de mi dolor:
es mi madre, bisbiseando a mares;
y llora, se entristece hasta secar
Las tardes latitudinales mías
es mi madre tocándome los gestos
y tocándome hasta el corazón...
¡Ay madre...!
¡ay hijo...!
¡ay Espirítu Santo...!
Aproxímase, prontamente, audaz,
y al entrarse en mis ojos se quebranta
de madre y, llora madre hasta dos veces,
ensanchando suspiros tan profundos...!
Como tú; que no hay mortandad que pueda
vencerte, como tú, que rompes los
destinos con tu escrúpulo dinástico
Viuda es, viuda del tiempo que dejóla
entre sus meridianos anacrónica...
y es madre de mis ansias peregrinas
que ondea desde el cénit al nadir...
¡Ay madre...!
¡ay hijo...!
¡ay Espirítu Santo...!
Y por eso los soles te persiguen
flotando de onda en onda, hasta un millón
de ensangrentados soles de centurias...
¿Hasta dónde me alcanzará la vida?
Y ser de ti, tan sólo tuyo, tuyo...
del cayado que pende entre la tierra
y tu mano se arriman los vïentos
del aquilón, carbúncula y suntuosa...
¡Ay madre...!
¡ay hijo...!
¡ay Espirítu Santo...!
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David John Morales Arriola