Y no quiso el azar que entretuviera
mis ojos en tu rostro bello y triste,
ni el capricho de amor que tu me diste
salvó mi corazón de esa manera.
Me quejo de lo pudo haber sido
si el corazón mío ya fuera el tuyo,
y lerdo y somnoliento casi intuyo
si para ambos hubiéramos nacido.
Mas no, la soledad que se empecina,
en encontrar amores desparejos
y en sendas para todo desengaño,
El caos que se peina a la gomina,
el corazón, qué vaina ese pendejo!
que canta el pasaran más de mil años.