Mi padre,
hombre forjado a fuego;
de rostro noble, enjuto
como el Hidalgo de la Mancha;
caminar firme y airoso.
Su mirada, ya marchita,
guarda recuerdos de otro tiempo.
La luz del alba vio en Castilla;
la adversidad laceró su infancia
entre lágrimas vertidas por su padre.
Su madre y el abuelo, Víctor,
guiaron sus pasos,
que su frágil memoria evoca
y en su corazón perduran
con veneración sentida.
Siempre solícito y cariñoso;
pendiente de mis travesuras de niña;
mi maestro; siempre a mi lado.
Me dio la vida
y a él le debo gratitud eterna.