kavanarudén

El sentido de la existencia

 

Ante tanta violencia y muerte solo me resta el silencio y el estupor.

Viene a mi mente una de las frases de quien considero uno de mis maestros existenciales “Viktor E. Frankl”, en su obra “homo patines”:

 

“Surge una pregunta: ¿Qué es el hombre?

Es un ser que siempre decide lo que es.

Un ser que lleva en sí, al mismo tiempo,

la posibilidad de humillarse al nivel de los animales o de elevarse a una vida santa.

El hombre es el ser que ha inventado las cámaras a gas, pero también es el ser que ha entrado en ellas con la frente en alto, en sus labios el padre nuestro o la oración hebrea de la muerte”.

 

Dentro de nosotros tenemos la capacidad de tocar el cielo, elevarnos o de hundirnos, abajarnos hasta lo más bajo y ruin que pueda existir.

¿Qué cosa hace la diferencia? ¿Qué es lo que hace que uno se pueda elevar o abajar?

Entro en uno de los grandes misterios de la humanidad.

Es lo mismo cuando uno ve un individuo que ante un dolor, una enfermedad mortal conserva cierta quietud, es capaz de sonreír y otros viven en la más profunda angustia y desesperación.

Quien ante la bancarrota o la derrota total se levanta de sus cenizas y otro que se suicida. De nuevo la pregunta ¿Qué hace la diferencia?

¿El haber descubierto el sentido de la vida? Creo que aquí está la respuesta. A mi modo de ver muy personal sin querer entrar en polémicas. No me interesan.

Viktor pudo sobrevivir a la dura experiencia de los campos de concentración porque encontró un sentido a su existencia. Después de esta experiencia fundó la llamada logoterapia. La misma trata de detectar los síntomas de vacío existencial y despierta en el ser humano la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida.

Quien entra en el vértice del “no sentido”; de creer que ha llegado a su fin, que no hay nada que hacer, se pierde en el túnel oscuro de la desesperación que lo lleva a perderse. Cuando nos centramos demasiado en nuestro pequeño mundo, en nuestros sin sabores, fracasos y tristezas, sin ver las necesidades de los demás, descuidando la espiritualidad (en sentido amplio, no solo del creyente) vamos directos hacia un acantilado.

El grande psiquiátrico austriaco V. E. Frankl, al final de sus días llegó a afirmar:

 

\"...llegué a comprender que lo primordial es estar siempre dirigido o apuntado hacia algo o alguien distinto de uno mismo: hacia un sentido que cumplir u otro ser humano que encontrar, una causa a la cual servir o una persona a la cual amar \".

 

Una vida centrada en si misma, poco a poco pierde su grandeza, sus potencialidades, su humanidad, ahogándose en las aguas putrefactas del sin sentido.