Copa a copa describo el compás
del violonchelo que destaca
entre los demás olvidos.
Antídoto de manoseos al mediodía
y por la noche, un cortaplumas
secciona el cuello grisáceo
de mi luna empequeñecida.
Me propones la eternidad
cuando me siento insatisfecho.
La eternidad: un lugar donde situar
las semillas y el arpa…
Me dejas solo frente al fuego,
me flagelas con ciclos de lapsos
e infierno convaleciente,
y me siento tan compasivo
como el chusco de los pobres.
Muerte a muerte
te digo lo que presiento:
una antorcha de fuego azur
transitando cerca
de mi padecimiento.