Detrás de mi garganta un destello juega a morirse.
Lo busco y es curvatura de páramo, lo mantengo entre mis dedos.
A veces me sorprende porque mi llamado es su llamado
y entre los dos
imaginamos un bálsamo en la siesta.
Pero lo definitivo rueda al pie de los recuerdos que todavía protegen.
Entonces sobrevivo cuando imagino bañado por rocío aquello
que una vez fue:
la luz que perdura en melancolía al enfrentarme con manifiestos,
dudas, sobresaltos, que amenguaban mis labios en el azar de un beso.
Si yo fuera otra vez el que recorrió las espinas y sus luces
enmancipando los colores de la lluvia,
el que viendo morirse el fuego del amor le entregó la violenta mano
para su devoración...;
el que existió sobre brillantes relámpagos y los apagó para la locura de los besos...
Pero se acerca el remoto mar transformado en vegetaciones
inventadas por la suerte.
Solamente el asombro me dicta el inefable juego del olvido.
G.C.
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