Son días pálidos, largos y lluviosos.
El cielo engreído, a través de sus poros,
Emana furioso sus gotas cenizas;
En la calle a los cuerpos marchantes
Los fusilan las ráfagas plomizas:
Desesperados seres ambulantes,
Con el mismo ímpetu de las hormigas,
Cuando les son arrebatadas sus migas
Por la mano insensible y tortuosa de un niño,
Navegan en un trance desconocido,
Corren, de un lado a otro, en su mundo torcido.
A lo lejos un destello de color se precipita,
Efusivo rosal en la palidez universal,
Eléctrica tormenta que centella y palpita
Y me evoca aquella monstruosa odisea,
Cantada por algún latino poeta -¡así sea!-
Del naufragio, en una barca de pétalos de rosa,
De una desdichada hormiga temblorosa