Naciste allí, en la primavera de mis veintitantos años, programado con la vida que me faltaba, y llegaste a enseñarme las maravillas del mundo que había olvidado.
Desaprender es lo más difícil que un adulto puede hacer, pero tu lo muestras tan fácil...
Ojalá pudiese abrazarte cuando mis días son grises. Coloreas con sonrisas todo alrededor.
Todo mi mundo... mi pequeño mundo, está rendido a tus pies, y mis mañanas no despiertan sin un beso tuyo. No encuentro razones para no quererte.
Me faltas... te vas.
No sabes cómo mi niño interior te extraña. No sabes cómo deseo ser como tú, ni dimensionas las palabras que te escribo.
Pero sé que en tu corazón puedes dimensionar cuanto te amo.
Nunca dejes de brillar con luz propia.