Fuiste y sos tan especial,
tan fuerte, tan sensible y tierna,
llena de misterios y certezas,
y palabras repletas de pureza.
Yo sé que vos no te fuiste
Porque corres por mis venas
y, burbujeante, tu sangre,
despierta en mí a la guerrera.
Sé que las almas no mueren
sólo desvisten su esencia,
y con cada despertar
puedo sentir tu presencia
Vos me enseñaste a volar,
a dejar brotar el alma,
a corretear por mis sueños
con rumores de guitarra.
Te levantabas temprano,
casi despertando al alba,
y preparabas manjares
para que yo saboreara.
Fuiste fiel espectadora
de aquellos shows de entrecasa,
estrenando mis canciones
frente al público que amaba.
Fuiste mentora directa
de mucho de mi enseñanza;
me regalaste el coraje,
los valores, la templanza.
Por eso no voy extrañarte
porque me invade tu calma,
la muerte es una palabra
que no habita, aquí, en mi casa.
Y no necesito llorarte,
pues tu recuerdo me abraza,
y me duermen las caricias que,
antaño, vos me brindaras.
Por eso, abuela querida,
“nonna”, como te llamaba,
hoy quiero rendirle homenaje
a esa italiana tan brava.
Que me legó su osadía,
que me acogió en su bonanza,
que me arrulló cuando niña
sobre sábanas de organza.
Hoy siento reposar mi vida
sobre las bases que alzaras,
y juro, abuela querida,
que no las descuido en nada.
Y siento como me animas
en mis cansadas mañanas,
porque el destino nos une
en cada suspiro del alba.
Por eso yo no te lloro,
y nunca voy a extrañarte,
la muerte son mil mentiras
que habitan en otra parte.
María Elena García Giraldo
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