Tras aquella bruma
callaba la noche
un deseo escondido,
fue testigo la luna
de aquel encuentro,
de aquellas caricias
que acunaban su sexo,
de los besos a surcos
por aquellos cerros
y sus angostas laderas
que más tarde llovieron
húmeda escarcha,
y fue testigo el alba
cuando ya amaneciendo,
juntos, lloraron sus cuerpos…