Una luciérnaga entristecida
ya no ilumina
por bosques ni campos
porque tiene un quebranto
que la tiene aturdida.
Nadie juega con ella
cuando destella
ni nadie se admira
si ella ilumina
calles y veredas.
Tal vez la luciérnaga no sepa
que esa tristeza
que hay en su corazón
es por las luces de neón
que se adueñan de la fiesta.
Luciérnaga ven a iluminar
con tu luz natural
el lugar donde vivo
que yo como un niño
te quiero mirar.
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Autor: Alejandro J Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela