Otra vez esa estúpida cosquilla en la panza!
Retándome a saltar del precipicio de unos ojos a una boca,
incitándome con susurros temporales a mirar hacia el vacío
con la sutil tentación de abrir las alas y rozar las mejillas con las chispas de las nubes
o acariciar los diamantes esparcidos como estrellas en ese sitio llamado firmamento,
a palpar las olas con la punta de los dedos mientras la brisa se convierte en la caricia de una pluma con la palma de mi mano,
a pasear por el infierno y ver las llamas como flores,
a convertir una habitación en la forma más exacta de destruir al tiempo,
a naufragar en un corazón y perderme en unos ojos sin querer salir por mucho tiempo,
a convertir caricias en palabras y besos en furtivos puntos suspensivos,
a convertir miradas en extensas y profundas melodías,
a salpicar sonrisas hasta el amanecer y a confundir el día con la noche hasta hacer que sean uno solo.
¿Que pretenden esas tontas cosquillas?
¿Acaso saben que la utopía es el lema de mi impune existencia?
¿Acaso piensan que voy a ceder?
¿Tendrán razón?
Pero como no preguntarlo si cada vez que aparecen y está allí
mi mente se pone inquieta y entonces indago en la realidad,
me estrello con varios muros,
y hago caso omiso
porque vuelve el cosquilleo
y yo vuelvo a caer en un levitante deseo
de tomar esas cosquillas
y distribuirlas por más tiempo en el resto de mi cuerpo…