Que injusto llorar sobre
la derramada leche,
sobre la que ya nada se hace
sino que se limpia y recoge
o se ignora
y viene el gato
moviendo su cola
con su caminar impoluto,
con dientes y lengua
a cambiar la existencia
de un vaso caído de leche.
Que injusto se me hace
que haya cosas más importantes
que han caído en el olvido
o en el suelo y se han vuelto
añicos,
como los sueños, como el destino,
como los dioses humanos
que se opusieron a los designios
o como un plato roto
y tantas veces caído
del que nadie derrama una lágrima
o dedica un minuto silencioso.
Hoy elevo mi voz para
esos restos sacudidos
y llevados a la caneca donde
se vuelven olvido.
¡Plato roto, compañero del arte!
Contigo se rompen las historias
contadas en una mesa,
al fragor de edades y experiencias
que vinieron desde lejos
en una noche sin luna
y con vergüenza
o con orgullo certero
que trajo la flecha y clavó
una historia contada a la mesa.
Toda la gloria de pasiones y
distintas promesas
que sobre ti se depositaron
con gran belleza
y que el ingrato olvida
una vez se desarma tu esencia.
Yo no olvido que estuviste
a mi bufete y alimentaste más
que ilusiones, amores
y tristezas; alimentaste más
de mil veces mis entrañas
solemnes de añoranzas y melancolías.
Plato roto no lloro en tu fallida
caída el despiece de tu gloria
que un día fue de todos
la homilía, sino que celebro
cada forma y color de lo que fuiste
en una pieza, en la unicidad
que añora la gravedad, la cuántica
y la ciencia.
Y es que así es el poeta
que, después de llenar los corazones
y las ilusiones rotas de cada ser
que camina bajo la lluvia,
cae roto en el olvido. Cae
en una noche sonora de letras y su
canto es el plato roto de manjares
ya digeridos.
Y es que así mismo es el pintor
que va y dibuja, de la manzana,
su esencia y la hace más erótica
que la mujer más bella
pero su arte vive en el museo
en donde el artista ya no es de ella.
O el músico que en cada nota certera
deja su corazón latiendo para
ganar el compás de cada pieza
y danzan en la noche las futuras parejas
que romperán sus promesas
como platos de la vajilla más frágil
y sin valor de firmeza, y su música
será la culpable de risas y tristezas
pero el músico no podrá consolar
su propia decadencia.
¡Oh plato roto! ya no eres lo que eras
pero en mi recuerdo y el de muchos
espero que nunca perezcas
y que tus piezas, que eran antes de
porcelana, sean ahora de oro,
de perlas y uvas frescas
para comer de nuevo en ti
todas las rotas experiencias.
Descansa en partes,
pues en parte la vida es tu ausencia
y no te recompongas a
la humilde existencia pues ahora eres
el mito de comidas suculentas.
Plato roto, como admiro tu belleza.