Con un roce de la mano del ángel,
sencillo y encarado por tu presencia,
esta carne viva de amor en tu esencia, vibra;
y esta alma revivida por la magnificencia, se nutre.
Con el ángel de sangre y plata divina
que recorre tus surcos encantadores,
se marcan detalles sobre tu mano áspera,
encerrada en dulzura y gracia.
Con cara de ángel santiguado
por la luna renacida en las montañas,
allá donde emerge el viento frío,
besas la mano de este amante
perdido en tu rostro y aroma.
Tú, con cara de ángel hablante, te aproximas
en la noche hilarante, hito de agrado,
para que mis manos obscurecidas
tomen las tuyas llenas de luz
y pueda contemplarte en el amor
nacido por ti, ese que está en ti.