Hoy amigo te lloro desde un lugar lejano
el firmamento azul pronto se ha estremecido
en su manto auroral, al ver tu cuerpo humano
descender: hondo, extraño. ¡Desde ahí me has dolido!
Unos padres mortales lloran a tus costados
y la Parca aletea, plácida en su müerte
¡Cerrad ya el ataúd! y los óleos helados
que van enfriando sin piedad tu cuerpo inerte.
El alerón del fénix se cayó para siempre
soslayo del vïento, del ave que no vuela,
del ave otoñal que se deshojó en la vida
desde la última cuerda que tocó un réquiem fúnebre.
¡La columna de tus huesos no caerá
jamás!. Ni el tiempo que corrompe toda carne
ha de menguar tu ausencia; cuando un gentil amigo,
lánguido fue dormir en sus celdas eternas.
Y todo ha de acabar aquí. Y han de venir
cruzando entre sus lágrimas, un salobre Jordán
de ojos tristes, mortales llorando un \"Para siempre\"
en ese mausoleo vil que sangra tu mármol.
Anil, siempre te recordaremos...!