Rafael Pablo

EL ESPEJO

 

Murió un día de
difuntos.


Para no ser
olvidado.


Y los cipreses
lloraron.


Por el fango y el
agua estancada.


La comitiva
pasaba.


Que triste es
perder la
vida.


Que triste la
despedida.


Su amor de
cuando
vivía.


Muerta en vida
lloraba.


Lo que sentía y
callaba.


Y murió el día en
la noche.


Y la noche en la
mañana.


Mas el difunto
vivo seguía.


¡Qué triste! es
perder la vida.


¡Qué amargo!
este silencio.


Llorando de
felicidad.


Que le daba su
soledad.


Soñando que a
su amada
besaba.


El difunto vivo
pensaba.


Que triste está
mi amor.


Por mi que ya
no soy nada...

 


Rafael Pablo