Los besos eran flores que volaban por el cielo,
las manos eran hormigas inquietas por la piel,
los brazos eran mares que retrataban mil vuelos.
La unión que se aunaba, una explosión de miel.
Pasaron los segundos, minutos, horas, hasta días
pero ningún soldado del tiempo pudo vencerlos;
quien hubiera imaginado tal semejante osadía
de navegar sin velas por todo el mundo entero.
Un alma era feliz pero solitaria en su búsqueda,
la otra era triste pero acompañada en el trayecto,
dos criaturas de la divinidad haciendo su prueba
la de alcanzar hasta volar sus espíritus el sueño.