Se endulza el mar con la lluvia,
como unos labios al beso que se acerca.
Llueve sin ruido, parece un llanto ahogado,
gris ceremonia del atardecer lento,
se hace rumor manando en constante fuente
y frías nubes que sorprenden un llanto.
Llueve y la vida se escurre en la ventana.
Dibujos de penas en líneas contoneadas
convidándome a abrir una página en blanco
por la agonía de gotas que se van pintando solas
y húmedas letras escritas sin sentido
que como llovizna tibia llegan a mi mano.
O eres tú, quizás, quién llueve en mi alma,
porque no es fría el agua que me empapa,
ardiente rio que me recorre y me abrasa
y cicatriza tu ausencia devolviéndome la calma.
Y lluevo yo, creyendo que hay lluvia en tu mirada
mientras acaricias el vacío de tu cama.