Lo sé, soy una pena
ni siquiera aquel espejo,
tan estúpido y sincero,
quiere sonreírme
tampoco tu retrato
que abandera mi cuarto,
como cumpliendo una injusta condena,
quiere más escuchar
estos retazos de amor.
Lo sé,
el exorcismo ha durado demasiado
y a mi olvido le sobra paciencia,
y a mis manos memoria,
recuerdos de algo que jamás se vivió.
Quizá eso sea lo más complicado.
Ni como consolarlas.
Por eso desbordan
y toman guerra en contra de mis folios,
garabatean tu nombre,
una y otra vez,
hasta que la luna
a veces tan siniestra
llama al desorden poesía.
Pequeñas sordomudas,
que redactan su locura,
que escupen rebeldía y combate
cada que por mi mente
pasas con alguien más.
Lo sé,
no te olvido,
pero lo intento,
juro que lo intento.
Pero aún te atoras en mi garganta
cuando preguntan sobre mi vida,
cuando cuestionan mi sonrisa.
Cuando la puesta de sol
me trae el color de tus cabellos
y las nubes la forma de tus besos.
Y a sí, de un de repente
me vuelvo tartamudo
y mis manos toman el control.
Como en esta ocasión
que están aquí,
por si acaso
o equivocación
regalas tus ojos
a este pedazo
de inspiración.
Lo sé, soy una pena
pero...
¿Cómo consolarlas?
©NicolásRangel/Reservados todos los derechos. Nov.2015.