Cirratus

No hubo palabras.

Rodaron sus lágrimas

por mi piel marchita

al tiempo que una caricia

surcaba mi frente.

No hubo palabras de adiós

tras el último beso,

ni suspiros lacerantes.

Y me fui;

con su risa en los ojos,

como estaba pactado.

“sólo un beso de agua”

y una mirada eterna…

de otro tiempo.