Lejos se oían los quejidos
-en el desván encerrados-
Desde que dejaste el nido
Que en el árbol de la vida
Con grande pasión trenzamos.
Volaste con nuestros sueños
Bajo tus alas guardados;
Marchito el árbol quedó:
Y aunque a diario me empeñaba
En regarlo con ternura
Con el agua del recuerdo...
¡la razón se revelaba!
Pero, milagrosamente
Fue retoñando de nuevo,
Llovió un agua refulgente
Mientras que con gran esmero
Sembré un rosal en la mente:
¡ a comienzos de febrero!
Se derritió lentamente
El glaciar que habías dejado;
Con el tiempo se posaron
Aves canoras silvestres,
Brotó abundante la flora...
¡ todo luce diferente !