El alma de un inocente
se eleva, se entremezcla
entre nubes y estrellas,
levita, entre el azul y el gris
queriendo expresar su querella,
y en el grito de su silencio
en su denodada quimera,
deja escrito, en vahos de hielo
su clamor, por una paz eterna.
Allá, más abajo
sangre de su sangre, vagando,
temerosos, siguen buscando
un padre, un hermano, una madre,
ya no están, se han marchado,
la bestia gris de acero, los ha arrebatado,
entre fuego y polvo inerte
solo el sollozo ha quedado.
Un Dios omnipotente
alza sus brazos, extiende sus manos, no basta
para la injusta guerra
entre hermanos, entre humanos,
la sangre se derrama, saciando
la vil sed del poderoso,
no mueve ni fibras ni entrañas
de malvados corazones, maliciosos.
A lo lejos, se escucha un murmullo
como tierna flor, cual capullo
abre a la humanidad, su clamor
por una eterna paz en el mundo, y su amor.
Autor: Jorge Aimar Francese Hardaick (Argentina)
Derechos reservados del autor (*)
Blog \"Mis Pensamientos\" 24-11-2015
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(Fotografía y video tomados de la web)