Cuánta pena en la montaña, Manantiales de dolor,
Son salados sus cristales, Son cristales del amor;
Cuánta sangre en áurea ara De un purpúreo color;
Es la savia que generan Las cuitas del corazón;
Cuánto fuego en alborada, Cuán oscuro está ese sol;
Las estrellas han caído, Se ha esfumado su calor;
Todo el campo está desierto, Solitario se quedó,
La primavera se ha ido, Y con ella la ilusión;
Estar solo es estar muerto, Ser cual zombie sin razón,
Sin motivos en la vida: Inmenso mar de dolor;
Naufragar sin rumbo fijo, Sin brújula ni timón,
Sin un remo que dirija, Sin esperar salvación;
Es escapar lentamente, Aceptar la redención,
Pues ya nada nos conforta: Ni castigo, ni perdón;
Es seguir por la corriente, olvidar lo que quedó,
Es hundirse en el abismo de la letal decepción…