Solo al poner el pie en el suelo
en el barranco de la Almadraba
soplaba un fuerte viento
que las mejillas congelaba.
Se me abrieron los poros
con la olor a humedad,
espliego y albahaca.
Sí,… mis sentidos despertaban.
Dejamos la pista que llevaba a unas casas
alborotando a los perros que las cuidaban;
sin senda y por camino de cabra
llegamos al Perrió, refugio de montaña.
Allí todo era calma
el tímido sol ya acariciaba,
ni siquiera el viento
se oía, ni molestaba.
Dejamos el Perrió por bucólica senda,
que entre nubes lenticulares
y un arco iris permanente,
nos llevó a Castellarets en media hora.
Bajamos al refugio de San Bernardo
curioso y aseado,
por lo visto algunos montañeros
se preocupan de cuidarlo.
Tras unas fotos y unas frutas
regresamos al collado más cercano
por el que antes de ir al refugio
habíamos pasado;
y ya en la solana por sendero,
erosionado y en tramos casi cortado,
disfrutamos del paisaje
que nos ofrece la mañana.
Omnipotente a nuestra izquierda
la impresionante Norte del Cid,
el Cid pequeño a nuestra derecha
y al frente el vergel de la Almadraba.
No ha sido un día cualquiera
ha sido una especial mañana,
donde el otoño luce su estampa,
y mil fragancias la montaña.
Elda 25 de noviembre de 2015
Jesús Gandía Núñez
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