Mis ojos han visto la serenidad
Reposar como un niño de pecho,
Viste el Rocio de la divinidad,
Gotas de cristal forman su lecho.
Inescrutable es su fragil respirar
–En las camaras del alma viciada–
Semejante al hálito del polvo estelar
Capaz de Sanar la herida encarnada.
Atrapado en la ciudadela oscura,
Batiste, ¡Oh Pequeño!, la batuta
Frente a la orquesta con vivaz premura,
¡Y la sinfonía universal fluyó absoluta!