Esperanza en procura del olvido, y el olvido que no se la lleva, la imagen de su cuerpo prohibido, el gustoso sabor de su sexo, el rosa rubor en sus mejillas, la ternura de su baja estatura, y sus gemidos dados a hurtadillas, ojos de miel con gesto tierno, y la delicia infinita de sus senos, que bajo su esbelta delgadez, no siendo grandes eran perfectos, protuberancia divina y oculta en sociedad, preciosa curvatura en la intimidad, idílico refugio de los besos resultan ser sus pezones.
Que sexo mas delicioso, ese que se hace con amor, a sabiendas de su levedad, se da rienda suelta a la pasión, lamentando su brevedad, deseando su reivindicación, recuerdo de toda una vida, musa de la inspiración, como hace falta su cuerpo, cuanto deseo de devorarle cada liquido vital, embriagarse de su deslumbrante desnudez, y en su sexo volver a descansar, y ser feliz ese instante.