Lucy Quaglia

¡Fin al fin!

Si alguna vez en la vida

Me fuera cantando bajo

Y me quedara dormida

bajo la sombra de un árbol

Jugaría a las palabras

Con la risa del olvido

Y me encontraría sola

Sin nadie cerca conmigo.

 

Me voy yendo calladita

Y ya casi no hay más nada.

La vida se va de a poco

En la neblina dorada,

Y mientras las horas corren

Yo me voy quedando sola, y

Un nudo que se agiganta

Se me agranda en la garganta.

 

La angustia de verme loca,

De verme desparramada

Y de verme sin aliento

De la noche a la mañana.

La angustia de no ser nada,

De salir a caminar

Y no sentir ni los pies

Ni las manos ni la cara,

 

De ser un fantasma triste

De cosas viejas pasadas,

De no ver lo que me pasa

Ni ser vista entre las casas.

El alma se sube al cielo

O se arrastra desgranada

En veredas sin baldosas

Entre calles llenas de agua.

 

Los remolinos que llegan

Se forjan desde la calma

De algún potrero baldío

Y el peso de la nostalgia

Sube al corazón sin mancha

Mientras el fuego palpita

Con las cosquillas del viento

Hasta el final de la plaza.

 

Si alguna vez me acordara

De las cosas que te dije

Y las cosas que repito

Cuando estoy alborotada,

Me dormiría temprano

Porque estaría cansada

De laberintos oscuros

Que llevan a la venganza.

 

Mañana será otro día

Y vendrá la gente a casa

A traernos los regalos

Que ya no nos hacen falta:

Son palmas de flores

Que huelen a magia

Con perros que aúllan

Llorando fragancias.

 

Morir laburando

Sin prisa y sin pausa,

No sé si el destino

Se digna gozar

La vida de locos,

Que vivo apurada

En la telaraña

De jefes y peones

 

Que agachan el lomo

En grandes galpones

Mirando a mil soles

Que queman la cara

Con los instrumentos

Que prenden y apagan

Tratando el tormento

De alinear la nada.

 

Busquemos alguna

Mirada porfiada,

Vecinos curiosos

Que viven tranquilos,

Mientras nos vamos temprano

Todo el tiempo a la mañana

Desde la casa al trabajo

Como si nada pasara.