Colgada de las patas
de la nube,
están las gotas cristalinas
de agua;
buscan deshacerse lentamente
y caer en estrépito
a la tierra.
Eolo, -el Dios viento-
las empuja y las mueve
como jugando con ellas,
-ellas, danzarinas se dejan querer-
y buscan un resquicio para
escapar.
Mientras, el día se nubla
y ráfagas de aire frío nos atosigan,
nos obligan a buscar refugio,
a cubrirnos;
el chiflido aullador presagia
tormenta, ¿pero existirá algo
más tormentoso que la tristeza?
ella va, viene y cambia según
los giros que da el tiempo.
Ya no es aire el que se siente,
es ventarrón y acompañado
de fuerte lluvia; son visibles
las cortinas tormentosas de agua,
¡es principio de huracán!
los árboles se hamaquean y sus
hojas vuelan, las palmeras bajan
a saludar el piso, todo vuela.
Es en estos momentos en que
nos damos cuenta que la deforestación,
la tala inmoderada de árboles,
el daño permanente que le hacemos
a la naturaleza, el saqueo
contínuo de los mares, la mala
planeación nos pone en
¡FRAGILIDAD!
-Pero no entendemos-
saldremos como podamos de
este abismo en que nosotros mismos
nos ubicamos,
y; al pasar la emergencia
seguiremos construyendo
nuestro propio destino:
defostaremos, talaremos,
romperemos a propósito
la naturaleza y esperaremos,
esperaremos
¡la hecatombe!
Por: Alejandro O. de León Soto
Tijuana, BCN.MÉXICO, Nov.28/15