Muere el día, y llevo tus ojos en la guarida de mi pupila.
Me ciegan y encandilan, como el faro
inmenso en un océano minúsculo.
No sé si mi día es muy largo para extrañarte.
Porque en la noche, mi tiempo es breve para evocarte.
Me acuesto a un lado de tu cuerpo y
me levanto en el crepúsculo de la inmortalidad.
Levántate conmigo del sueño al firmamento.
Ven amor, bailemos la danza de este baile infinito,
como el eterno vals de los astros, enamorando a la luna.