Ella me dio el perdón, que yo nunca pude darme y con pomada de amor y ungüentos de respeto, me ayudó a vivir con las heridas de mi alma quebrada.
Ella me enseñó a mirarme con los ojos de una realidad reflejada en su mirada, esas gemas de ébano, en donde su color cubría una multitud de mis pecados.
Ella me regaló, una hermosa madre leona, su madre, guardada en el dulce abrazo de una hermana...¿madre a veces?, ¿hija, muchas, muchas otras?...
Ella me susurró una melodía con la voz de su padre que cantaba tangos, porque también era argentino como la hermana de su hija, yo, aunque él, tenía sangre ecuatoriana.
Ella me hizo su ñañita, y a veces, en su profunda melancolía, me llamaba Soledad. Y recuperó la niñez que nunca compartimos, se portaba tan mal la chicuela, como la niña pícara y traviesa que anidaba en sus ojos. Nunca dejaba que pusieramos los pies sobre la tierra. Hemos saltado a la cuerda floja de la demencia.
Hemos jugado a las escondidas detrás de un árbol del olvido, que tenía una manzana tentadora y por culpa de habernosla comido en puré, nos hemos robado los novios de la ilusión y de la esperanza, y aunque poníamos pies en polvorosa, ellas casi nos dan alcance en la esquina del amor y la fe, porque nos abrazamos allí para tomar aliento.
Hemos jugado a la gallinita ciega con un pañuelo transparente, y al encontrar \"a tientas\" al muchachito de en frente lo hemos tatuado de besos, para enojo y sonrojo...
Hemos jugado a la rayuela y yo perdí casi, casi al final, pues ella llegó al cielo y se quedó allí...
Y se quedó dormida en el arrullo mundial de una nana cantada en las voces de miles y miles de poetas que le rindieron homenaje con sus versos, que quisieron estar presentes, que le hicieron una escalera de letras directamente a aquella eternidad en donde jamás será olvidada...
Todavía sigo hablandote en voz alta, llorando menos, llorando... ¡Extrañandote más!
Nunca estuvimos tanto tiempo alejadas.
Hace tres meses que partiste...