Oscar Perez

Canción del horizonte

Canción del horizonte

 

No me hagas esperar, tú no me esperes,

habítame, desgárrame, déjame

que te bese hasta en la soledad de tus tinieblas matutinas,

hasta en el resplandor de tus orgasmos más secretos

y en cada amanecer donde por mi y por ti la tierra crezca.

No me hagas susurrar, tú no susurres, canta,

dime lo que pasa por tus venas,

lo que arde en esas calles del delirio,

lo que alza vuelo en los rincones de tu entraña

y lo que cada río trae al mar de tus mañanas cuando vuelves.

No me dejes vivir, vive conmigo,

desátame las redes de esta pesca,

las hilos de este amor ensangrentado,

las pálidas guedejas de tu piel sobre la mía

y de mi vendaval sobre las cuencas de tu cuerpo,

enséñame las leyes que fundan los que se aman,

que rompen los resquicios de tanta falsedad tan habitada,

de tanto sin vivir en los estragos de la noche,

cuando los hombres van a la heredad que ya no tienen,

tratando de salvar entre sus sueños el destino,

ese que ya entregan a diario en las usinas,

en lóbregas jornadas de nulas intenciones,

de eterna esclavitud, de explotación sin alborada,

de darse a quien no da ni una medalla a sus heridas

ni menos a sus huérfanos que quedan sin escuela

o con aquella escuela en que se aprende seguir siervo,

a seguir sin esperar más que la sombra entre la sombra

y la vida sin más que eternidad bajo la tierra.

Tú agítame la voz, desconfigúrame las huellas de mis sienes,

las horcajadas de mi canto,

las lágrimas de pie, en cada balcón en que te espero

y que riegan tu surco por buscar nuevas estrellas.

Tú vuélveme feliz, como yo te hago ver semillas,

tú nútreme de ser, como yo incubo en ti mis sueños,

tú arriésgate a vivir, que ya ni vida nos quedaba

y hemos vuelto a nacer, sólo de andar buscando esquinas,

de andar sacando ropa desde el pecho, de las piernas,

desde el pubis, desde el pliegue de las sábanas que agitan

su huracán, cuando nosotros las quemamos y cubrimos,

y anuncian una paz que ni la guerra más sangrienta

le pudo al hombre dar, tras derrotarse mutuamente.

Ya bésame, ya ven, que lo que espero es que te espero

y que me esperes tú con la crueldad del sentimiento

de que, sin juntos ser, ya no nos quedan primaveras

o que, de juntos ir, recién comienza el horizonte.

Amémonos al sol, que ya empezó la madrugada,

y que dos rayos somos que han de llenar la tierra de alegría.

 

http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

 

29 11 15