Era de linterna consiente la hermosa
Palmira, una estrella que no se apagaba.
La vi llegar en gualdrapas amarrada
su cuello ceñía una morada rosa.
Era, tal vez, mi comida, tempestad imaculada
su voz tenor y avinagrada la fina cruel y celosa
hay que ver como sonríe su coral de diosa
hay que ver como en sus manos me tomaba.
Era un cuento al revés, su mirada prodigiosa
a día de hoy mi pluma reside en su amalgama
al tintero, señor, este servidor reclama
ser, por entero, la mitad de sus prosas.
Era una nave al viento abierto la vela plana
mis argumentos en los labios de la ventosa
tu que pierdes lo encontrado en la ferrosa
voz de aquel que sobre ti nunca cantaba.
Pero te escribía.
Blas Roa