Inexorablemente este sentir tan nuestro
que nos late en la carne y en los huesos,
que hasta el crujir más cansado lo siente
en su aliento lo conoce y lo presiente,
y dormida de amapolas encendidas
en ese, nuestro venir
de hadas en mi espalda,
que llegan tan relucientes.
Y en mis muslos abiertos
como desierto sin dueño
en medio de una fuerte marea
surcos de tus gestos se recrean
cuando estamos los dos,
cuando el pudor nos tragamos,
alcanzando locos sueños.
Cómo es entonces
que visualizo en la pared
que esconde mis secretos…
el amuleto que me dejó tu adiós,
pero no te diste cuenta
que este sentir era de los dos.
Hoy logro persuadir el silencio
que se aproxima
en el beso, en la entrega que me llega,
de nuestra esquina más presente,
es el rasgar tu espalda
y ver que mi alma se aproxima
al beso ardiente, ese que nos calcina.
Donde por primera vez nos besamos
y rodaron por nuestras almas
las sensaciones más valientes
y nos alzamos de energía
que suplantó aquella inmensa agonía
de sentirte aunque no pueda tenerte.