Estoy cargando una porción de tu infierno
que no me corresponde,
la que abandonaste en mis bolsillos.
Dios ¡como pesa!
A veces y sin muchos preámbulos
los sonidos de las calles me invaden para recordarte,
siempre en el final de la noche
lindando con la luz del amanecer que se perpetúa.
Así voy guardando en la maleta que fue nuestra breve vida:
enseres viejos, pasiones equidistantes
con muchos tal vez y demasiados posiblemente.
De ti me han quedado meras gotas, exánimes cosas.
Tú, asomando desde mi pasado con esa mirada evadida,
que se va hundiendo tenazmente en mi futuro
curvando lentamente mi espalda.