Tiemblo ante la mirada de aquella estatua,
nunca pensé que una figura de granito me
pudiera erizar la piel,
como si sus ojos me culparan que fui yo,
que fui yo el que la dejo allí en aquel frío
pedestal anclada.
No recuerda cuando ella poso para él,
el que con un martillo y un cincel golpeo
aquel inmenso bloque de piedra hasta que la
encontró en su interior.
Nunca pensó aquel sencillo escultor que debajo
que aquella mole de granito,
se encontraría un corazón ardiente,
el corazón de aquella de la cual se que daría prendado.
Ahora entiendo la mirada fría de ella,
al creerse abandonada por aquel que ella ama,
no logra entender que la vida de el se fue hace ya mucho,
no la abandono solo se extinguió su vida por no poder
hacerla imperecedera como la que le dio a ella,
que sigue viendo pasar la vida desde su pedestal.