Subí en segundos tus peldaños,
caminé por tus laderas
y sin que te hiciera daño
penetraste a mi madriguera.
Caminé con el pecho erguido
y sin palabras que decir
como suele hacerlo un enamorado
escalón por escalón supe subir
y al llegar me abriste
el laberinto cerrado.
¡Cuántas veces lo he anhelado,
sin que pudiera cruzarlo!
Al fin llegué de tu brazo
y ambos tuvimos que expresarlo.
No sé cómo fue que sucedió.
Lo que sí puedo saber
es que supiste entender
lo que quería yo…
en tu pecho de noche nacer,
entre volar y algarabías,
pude comprobar sin que lo dijeras,
¡ya te hice mía!
Unos pasos atrevidos me supiste dirigir
y en un gran salto mortal
estaba llegando al cielo,
la escalera no quería bajar,
yo no quería habitar el suelo
por todo lo que entre nubes pude sentir.