¿Quién envenenó el arma de sentidos?
¿Quién te envió a matarme?
El pulso estático dibuja las marcas,
Las va congraciando en tinta.
Ya todo tan lejano a las viejas campanadas
Distantes, de aquella noche de pueblo
Donde sentías que algo podría haber sido
Diferente.
Vívido.
¿Quién dio la ponzoña, quién el filo?
¿Quién prometió en la tumba que besó
Un nombre, pero falso?
Oigo las voces, escuecen como prisioneros
Sin paz ni vocación,
Como la llamada persistente a la casa vecina.
Si tan sólo riéran niños...
Trazo las viejas muescas, los conjuros
Donde deposité mi fe para cuando me faltase.
Si tan sólo persistiera un hálito...