No traigo agua ni minerales,
conmigo no vienen
mariposas acariciando el viento,
no traigo flores enraizadas en las manos,
mis años han seguido
el rumbo del otoño,
pero mi voz alienta
y vibra cuando
tu imagen se acomoda
en mi garganta,
sobre mi retina baila
aquel recuerdo,
ese, de tu pelo negro,
de tus ojos negros que
traen amparo
del frío gris del invierno,
y en la memoria tu voz
canta su canción de vida,
incendiando océanos
y pinos amarillos,
trayendo pies para los sueños
de caminar contigo
por aquel bolero dormido,
que quedó atrapado
entre los deseos y los pestillos
de la puerta que esperando,
se durmió sin
volver a ver tu cara,
apenadas las paredes y la cama,
que vieron partir mi espalda
extrañando tu cuerpo de lucero,
que en la pasión de mi pecho
la tarde cobijaba.