Margarita me citó una noche entre sus sábanas,
llenas de savia y de placer
y guió mis novatos dedos por todos los tibios
rincones de su cuerpo.
Margarita me enseñó buscar las féminas aromas
de un cuerpo de mujer.
A caer ante el deseo de un roce femenino
recorriendo mi vientre horizontal
Margarita me enseñó a mimar.
Ella encontraba la palabra perfecta para enternecer la tarde
y acompañaba una caricia con su eufónica voz
invitándome a la entrega final.
Margarita me enseñó a ser un hombre
en los brazos de una mujer.
A entregar mi cuerpo y mis ambrosías carnales
a una ávida piel de dama.
Margarita curioseó mi púber cuerpo una tarde de abril
Con sus manos de mujer madura, me tocó por primera vez.
Y desde entonces, no dejo de aprender en una piel de mujer